Allá lejos y hace tiempo, yo super ser reportera de espectáculos para una radio local, e incluso, tenía mi propio programa, de 4 horas de duración, los días sábados. Y ahí fue donde aprendí sobre «recursos desesperados».
Tenía yo tan solo 18 años y me servía de práctica para intentar ingresar en el I.S.E.R. (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica) cosa que intenté 2 años seguidos y no logré. Y si bien me quedé con ganas de ese título, la práctica me daba lo que yo quería: accesos a eventos de prensa, muchos de ellos, monumentales.
Mi favorito era ir los domingos a Telefé y cubrir el antiguo «Ritmo de la Noche» que tenía Marcelo Tinelli. Si me estas leyendo desde Argentina o países limítrofes, sabrás de quién hablo: uno de los conductores más exitosos de los 25 años en Argentina. Bueno, a su show llegaban todas las estrellas internacionales. Si bien, eran muchas las veces en que no podíamos accesar al estudio, nos quedábamos en el pasillo que unía el estudio con los camarines y allí interceptábamos a las estrellas.
Alejandro Sanz, Chayanne, Maná, Julio Iglesias, Cristian Castro, Ricky Martin… de todos, tenía grabado un saludo para mi programa radial.
Pero la noche en que me quiero centrar, es la de un domingo en el que se presentaba Ricky Martin. El show empezaba a las 9 y Prensa solía entrar una hora antes… a los medios más pequeños no nos habían hecho entrar, Ricky Martin ya había llegado y nosotros seguíamos fuera. Más de las 9. Y aunque el no se presentaría hasta dentro de una hora, nos estábamos empezando a mezclar entre las fans, la gente de prensa del canal no salía a buscarnos y bueno… recursos desesperados… no puedo creer que vaya a contar esto.
Le hice un guiño a uno de los muchachos del grupo y… me «desmayé». No era nada descabellado que «pasara» porque las fans nos estaban matando a empujones. Y los de seguridad del canal me metieron a la entrada del canal, aunque aún no tenía acceso al canal en si.
Me quedé tirada en el sillón, con la cabeza hacia el lado de la puerta, viendo como mis compañeros pedían entrar para ver qué me había pasado. Por eso, les aceleraron la entrada y aunque no se si todos se dieron cuenta de mi vil maniobra, el fin justificó los medios: estábamos todos dentro.
Pasó la muchacha de seguridad y me dijo que tratara de recuperarme e ingresar al canal o que la asistencia médica iba a pedir una ambulancia. Así que le dije que no se preocupara, que no me iba a separar de mi grupo… y todos entramos triunfales.
No, no me pregunten más… sé que tengo un saludo de Ricky pero creo que esa vez tampoco entramos al estudio. Pero a nosotros nos gustaban los pasillos de todas maneras: te enterabas de más cosas, pasábamos un buen momento juntos o -de última instancia- nos íbamos a la cafetería.
Así que si eso hubiera pasado en estos días y si alguien me hubiera descubierto o delatado, yo sería #LadyDesmayo y me sentiría bien avergonzada de verme fotografiada haciéndome la desmayada en los brazos de algún empleado de seguridad del canal, solo porque tuve la bendita idea de pensar en uno de mis «recursos desesperados». Si, no robé a nadie, no maté a nadie, pero podría haber sido señalada y entrado en una lista negra de la que nunca hubiera salido.
Por eso, agradezco haber hecho estas y más babosadas en los años en que apenas algún que otro compañero podía tener de los primeros celulares, aquellos que eran más similar a un bloque de cemento que a los smartphones del día de hoy, con acceso full a Internet.
Como cierre del post, te invito a reflexionar con esta imagen.
Muy buenos tips! Lástima que ya pasé por mi etapa de reportera de espectáculos hace muchos años jajaja
Es un caos esto de las #Ladys y #Lords