Construir la confianza de un niño es posible. Con paciencia y trabajo, los
padres pueden brindarle a sus hijos la posibilidad de caminar desde una postura
de seguridad personal.
La Dra. Emi Pikler en su libro Moverse en Libertad, replantea el comportamiento tradicional de los padres con respecto a la motricidad de un niño. En el libro, la Doctora explica la importancia de darle a los más pequeños la seguridad necesaria para moverse libremente, sin que el adulto esté sosteniendo los logros posturales. Es decir, que cuando quiera sentarse, lo logre por sus propios medios o cuando quiera caminar, encuentre su propio sostén, sin la ayuda de su cuidador.De ésta manera, el niño logra apropiarse de su nueva postura y se siente más seguro para sus desplazamientos.
Este mismo concepto puede trasladarse a todos los ámbitos del niño. Cuando los padres pueden escuchar o visualizar cuáles son las necesidades de los pequeños y van acompañando su crecimiento y desarrollo teniendo en cuenta las mismas, seguramente esta confianza les otorga un estado de seguridad afectiva profunda.
La confianza de los padres en su hijo, y la seguridad del niño en sí mismo, hace posible la expansión de su autonomía, de su independencia, por ende de su confianza frente al mundo. Para ello, los padres deben brindarle un espacio propicio, un sentimiento de apoyo frente a sus actividades autónomas para que el niño pueda salir a conquistar el espacio y los aprendizajes del mundo que lo rodea.
Con la continencia afectiva que les proveen y la libertad para descubrir, los niños Construyen un dominio sobre su cuerpo, un desarrollo postural autónomo y la armonía del movimiento como expresión de su ser en el mundo.Por eso, es importante preguntarse como padres, cómo ayudar a los hijos a pasar de ser bebé, con dependencia absoluta, a un niño independiente.
La primera respuesta sería establecer un buen vínculo, donde el niño se sienta seguro, confiado y amado en su hogar, junto a su familia. Si esto es así, tendrá ganas y confianza de salir a apropiarse del mundo externo, utilizando todos los elementos para adaptarse al mismo. Cuando el niño ingresa al jardín, comienza a recibir muchos estímulos que, en ocasiones, le exigen una adaptación rápida. No todos manejan los mismos tiempos, por eso es muy importante que los padres estén atentos y receptivos y sean pacientes al ritmo del niño.
En ocasiones, los cambios bruscos y las novedades pueden llegar a tensionarlo generado frustración y modificaciones en su conducta. Es decir, comienza a querer salvaguardar su autonomía recién lograda y a oponerse en determinadas situaciones , a veces con mucha fuerza…con los ¨berrinches¨ característicos de la edad.
Esta actitud se va a ir modificando lentamente, siempre y cuando entendamos que es necesario que el niño se sienta dueño de sus acciones, decisiones y caminos que quieren andar. De esta manera los padres se convierten en compañeros de su vida y ellos deben lograr ser artífices de la misma.
Claudia Zaid
Psicomotricista
Directora de Entremimos
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