La semana antepasada, llego al kinder por Sofía y me recibe una de las misses con esta frase:
Hoy Sofía no comió nada.
Sofía estuvo 2 horas frente a su plato de comida sin probar bocado. Y haciendo berrinches, como para que el combo fuera completo.
Salió Sofía bien apenada. Tanto que ni me miró a los ojos.
Usted y yo vamos a tener una seria conversación a solas. ¿Entendido? Le dije con la voz más seria que pude.
Sofía asintió pero no me dio ningún motivo específico al llegar, que no quería comer y que no comió, es todo lo que le pude sacar.
A la mañana siguiente la miss recibió mi indicación de que si Sofía no comía que no la dejaran levantar de la mesa hasta que yo llegara… ellos empiezan a comer 12:30, yo llego a las 7… calculen cuanto tiempo estaría Sofía pegada a la silla…
Bendito sea Dios, Sofía decidió comer.
La semana pasada, el miércoles, Sofía empezó el día anunciándome:
Hoy no quiero ir a la escuelita.
Yo la entiendo. Esta es la segunda semana de clases, luego de las 2 semanas de vacaciones forzadas… esta nena estaba acostumbrada a pasar todo el día con mama de paseo, yendo a la oficina, etc.
Aun entendiéndola, la lleve al kinder. Y si, tienen razón… no se quedó feliz.
Pero el jueves fue peor… y creo que fue un complot perfectamente organizado entre todos los niños del kinder.
Sofía despierta con la misma idea del día anterior: no ir a la escuela.
Me toma media hora más de lo habitual vestirla y peinarla. Ya en el kinder, las 2 mamas que estaban delante de nosotras comentaban que sus respectivos niños habían pedido no asistir a su escuelita. Y detrás de nosotros llego una mama que prácticamente arrastraba al nene para entrar. Y detrás de ésta, otra mama con un nene llorando…
Sí, yo también pensé que era demasiada coincidencia pero en el kinder está todo normal, como de costumbre… esperemos que esta kinder-fobia pase pronto.
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