Este año, y gracias a Dios, Maia comenzó su último año de Secundaria. Un par de semanas antes le compramos todo lo que quería/necesitaba. Plumones, correctores, 10 libretas, estuches nuevos, etc. Sus zapatos. Falda nueva. Pero algo pasaba. Y me di cuenta.
Un día, se pierde la magia del regreso a clases.
No sé si es que ya es una señorita independiente, si es la probabilidad de hacer la Preparatoria en línea para poder viajar…. No lo sé. Pero no fue la misma emoción de cada año.
El regreso a clases siempre ha sido un momento lleno de magia, un periodo en el que evocamos recuerdos de risas, nuevos comienzos y la promesa de aventuras. Desde la compra de útiles escolares hasta la elección de la ropa del primer día, cada detalle se convierte en parte de una experiencia esperada con ansias. Los niños sienten mariposas en el estómago al reencontrarse con amigos, compartir historias sobre las vacaciones y conocer a nuevos maestros. El ambiente es vibrante, lleno de colores y sonrisas que reflejan la emoción del nuevo ciclo escolar.
Sin embargo, con el paso del tiempo, se pierde la magia del regreso a clases. A medida que los estudiantes crecen, las expectativas y responsabilidades aumentan. La presión académica se vuelve abrumadora, y lo que antes era un momento de alegría se convierte en una rutina monótona. Las tareas se acumulan, los exámenes se acercan y las actividades extracurriculares comienzan a sentirse como una carga más que como una oportunidad para divertirse.
Los adolescentes, que alguna vez estaban llenos de entusiasmo por el aprendizaje, pueden encontrar que la escuela se ha convertido en un lugar de estrés y competencia. Las redes sociales también juegan un papel en esta transformación; la comparación constante con otros puede disminuir la motivación y la felicidad asociadas con el regreso a clases. La chispa inicial se apaga, dejando a muchos deseando que esos días mágicos regresen.
Y creo que, a causa de esa «sobre comunicación» no tienen chance de extrañarse ni urgencia de volver a la rutina educativa para seguir compartiendo sus días.
Es fundamental recordar cómo esa magia se siente en los primeros años y buscar maneras de reavivarla. Ya sea organizando una salida especial para encontrar los útiles escolares adecuados, fomentando un ambiente positivo en el salón o simplemente recordando a los estudiantes lo maravilloso que es aprender juntos, hay oportunidades para recuperar esa alegría perdida. Después de todo, el regreso a clases puede ser nuevamente una celebración si se cultiva la pasión por el aprendizaje.
Y por mi parte, atesoraré en una parte especial de mi corazón y mi mente esos momentos mágicos que significaron cada primer día de clases, desde el primer día de Kinder de Sofía, allá por el 2009. Y eso, nadie podrá quitármelo jamás.
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